Mi abuelo negro y mi abuela blanca fueron parte de la expresión de siglos de mestizaje entre español y la raza africana, mezclas de temperamentos y sometimientos. Encontraron en el baile la forma de hacer del dolor una sonrisa… Una mañana cualquiera las altas temperaturas te hacen abrir las puertas y ventanas. En la acera un niño con una lata y un pedazo de madera se inicia en los estudios de su primera obra maestra, suenan los primeros compases y comienza ese engendro de pasión, cuerpos pegados y piernas entrelazadas: la oportunidad de comunicación y enajenarte por un instante de los problemas que te aquejan, admirar el movimiento contorneado de las caderas de la mujer - de ahí su forma peculiar de caminar - y donde el hombre hace gala de su destreza y desborde de energía.
Nuestro primer recuerdo es ver a nuestra madre extender sus brazos con un constante movimiento de hombros y hacernos dejar de llorar meciéndonos en sus brazos con un constante movimiento sincopado de todo su cuerpo. Es así el diario acontecer del cubano: caminamos, gesticulamos e incluso dialogamos bailando.
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